Hoy os dejo uno de esos artículos que no te dejan indiferente después de leerlo, Es sobre una serie de experimentos estadounidenses encubiertos que allá por 2008 salieron a la luz, al final dejo la fuente para quien quiera mas información.
Cuando lo eligieron como conejillo de indias, Albert Stevens tenía 58 años, vivía junto a su esposa en un pueblito de California y se ganaba la vida pintando paredes. Era un hombre alto y flacucho que llevó una vida tranquila hasta el día en que empezó a sentir un fuerte dolor en el estómago.
En poco tiempo, la molestia se transformó en una tortura permanente. Siguiendo el consejo de su médico, viajó a San Francisco para consultar a los especialistas de la Universidad de California. Allí lo internaron y le hicieron varios análisis. El diagnóstico fue que tenía un tumor maligno y le quedaban seis meses de vida.
Por aquel entonces, algunos científicos que trabajaban para el gobierno de Estados Unidos andaban en busca de enfermos terminales para usar en experimentos secretos (tan secretos que ni a los pacientes se los contaban). Estos científicos se enteraron del caso de Albert y decidieron usarlo en sus investigaciones. El 14 de mayo de 1945 le inyectaron en la sangre una sustancia radiactiva llamada plutonio.
A partir de ese momento, Albert se convirtió en CAL-1 (código que significaba “primer paciente inyectado en California”). Unos días después de la inyección, un estudio adicional demostró que el supuesto tumor en el estómago de Albert era en realidad una úlcera inflamada. Los médicos se habían equivocado.
Durante varios meses, siguiendo las instrucciones médicas, Albert entregó muestras diarias de su orina y su materia fecal. Le dijeron que era para seguir la evolución de su enfermedad, pero el verdadero motivo era medir a qué velocidad iba eliminando el plutonio. Hasta llegaron a pagarle un puñado de dólares mensuales para que se quedara a vivir en la zona, porque si se mudaba lejos iban a tener que interrumpir el experimento.
Albert vivió 21 años más. Todo ese tiempo llevó el plutonio en el cuerpo, pero nunca lo supo. Y siguió convencido de que tenía cáncer, porque nadie le aclaró que el primer diagnóstico había sido erróneo. Murió en enero de 1966 a causa de un problema cardíaco, pero ése no fue el fin del experimento. Nueve años más tarde, sus restos fueron exhumados y enviados a un laboratorio militar para medir cuánto plutonio tenían.
Albert Stevens no fue la primera ni la última persona que recibió una inyección de plutonio como parte de un experimento financiado por el gobierno estadounidense. Entre abril de 1945 y julio de 1947, otras 17 personas, en distintas partes del país, recibieron inyecciones similares. Sin saberlo, fueron víctimas del mismo proyecto que condujo al desarrollo de la bomba atómica.